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Recuerdos del Salón del Libro

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El pasado lunes 12 de mayo se clausuró el XI Salón del Libro Iberoamericano de Gijón con la entrega del premio de traductores Claude Couffon a mi buen amigo Pino Caccuci. Pino, además de un gran traductor, es un excelente escritor italiano a quien muy pronto tendremos de convidado en este blog.
El Salón transcurrió durante toda la semana en ese ambiente de convivialidad y buen humor que saben propiciar sus organizadores Carmen Yáñez y Luis Sepúlveda. Fue un enorme placer el reencontrarse con los viejos amigos al tiempo que se creaban nuevos lazos de fraternidad con otros, como con el mexicano Daniel Pupko, el salamantino Eloy Santos, el argentino Lucas Chiappe, el italiano Alberto Masala y, last but not least, el guatemalteco Eduardo Halfon y su bella esposa Lucía con quienes nos habría gustado departir más tiempo, pero de los que nos separamos sabiendo que habrá nuevas oportunidades de vernos en un futuro próximo.


Durante la semana se vendieron doce mil libros y la sorpresa la dio el poemario La Vocación Suspendida, de Lauren Mendinueta, al ser declarado en la última rueda de prensa como el libro más vendido del evento.
Entre los momentos a recordar nos quedan también la gran lectura de poesía que se realizó en el Jardín Botánico, y de ésta, muy especialmente, la participación de Francisco Álvarez Velazco, algunos de cuyos poemas reproducimos más abajo.
En la poesía actual, la imagen y la idea priman sobre la música del verso. No es así en los trabajos de Álvarez Velazco cuyo fino oído acompaña y subraya siempre lo que escribe. Sus versos tienen un sutil influencia juanramoniana y se caracterizan por concluir siempre con un delicado pincelazo.
Durante su presentación, Francisco Álvarez Velazco leyó, entre otros, algunos poemas de su libro Noche, ganador del Premio Antonio Machado 2005. Por desgracia no pudimos encontrar ningún ejemplar en librerías para reproducirlos aquí. Los que leerán a continuación son igualmente hermosos y pertenecen a su último poemario, Las Aguas Silenciosas, publicado por Ediciones Trea en 2007.

2

COMO pozo vacío, tu silencio.
Donde arrojas la piedra
suena a cascajo y polvo.

A veces el silencio
es un fresno sin pájaros ni tarde.

5
COMPAÑERA del alba,
dame
la luz, los ojos, dame la invisible

trompeta que convoca la raíz
poderosa,

la brisa de los álamos,
el vuelo de campanas,

el zumbar de la abeja.

Desvela la palabra ignorada,

que en los nidos despierta

el latir de la vida.

Porque ésta es la hora,

y ya los ríos parten

y abril se abre glorioso

con dientes de león en las praderas,

dame la mano y sube

al caballo que aguarda ante la puerta.

11

CUERPO en naufragio que las aguas
de la noche abandonan
a la orilla del sueño.

Ya debes levantarte,
que habrá que darle cuerda
al viejo corazón de la mañana.

12
ATARDECER JUNTO A LA MAR

Luminosa la tarde y la mar,
limpia
la brisa de las seis.
A sorbos lentos,
el vino y las palabras.
Contemplábamos
cómo, al caer, el sol iba lamiendo
el vuelo de gaviota y la cinta
blanca de las espumas
y en las rocas
las verdes cabelleras de los musgos.

Sucedió de repente.
A corazón
abierto alguien sacó
contra la tarde su dolor oculto
y lo puso en la mesa
-servilleta arrugada entre los vasos-.
Dimos tiempo a su angustia, espacio
para la soledad sin mengua de su rostro,
cauces le abrimos para el tedio oscuro
que en su sangre corría.

Apuramos los vasos
y la tarde
se hizo amarga en la turbia frontera de la noche.

15

RELOJ DE ARENA

Siglo a siglo,
los ríos fabricaron su arenas,
y palpitan ahora relumbrantes
y acompañan mis pulsos.
El tiempo fluye en ellas.
Busca y busca, incesante,
El pozo de la muerte.

Ya marzo está pasando y apresura
Sus nubes altas.
(¿A qué tierras sus sombras llevarán,
amor, que las verás cruzar
sobre el mar de los trigos
en lentas oleadas?)

por ti clamé en el corazón azul de la mañana,
te busqué por el día,
y en un rincón oscuro de la tarde
con su puerta entreabierta
me encontré con la noche.

¡Solamente la noche!
Y, al fondo,
la plena luna nueva y su rostro de nada.

La vida, amor, nos llama
para beber su vino.
Amargo sabe cuando tus labio no se acercan
ni la lenta lengua que la piel espera,
porque, a solas, el vino
es triste y es amargo
como los verdes jugos de la antigua hiedra…

Hasta la blanca escarcha de este silencio
Llégate, amor, y escucha
Cómo en la noche crujen las arenas del tiempo.

20

FINAL DE FIESTA

Es ya de madrugada.

Junto al espejo quedan
los dientes, la peluca
y la máscara viva
de mirar a los otros.

Un rostro sobre el lecho
mirando hacia la muerte.


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